sábado, 8 de enero de 2011

La ventana siempre fue una solución real.


Me encanta escuchar cómo llueve en la ciudad; el olor del asfalto mojado entrando por la ventana es uno de los pequeños placeres gratuitos que a mi se me ofrecen.
Y buscar, en un intento desesperado, aquel toque de suerte que me ayude a olvidar todo aquel dolor acumulado, un año después, sin saber como hoy sigo aquí, luchando por lo que más deseo.
Se ha ido demostrando que los sueños de los dos se entrelazan, se conectan, siempre partiendo de la misma base, construyendo un futuro no demasiado lejano, pero juntos. Sueños, todo el mundo tiene esos sueños.
Pero hoy ya no estás y esta situación no sé hasta donde puede llegar. Te doy las gracias por compartir estas últimas semanas conmigo pero también te maldigo, por acostumbrarme a tu calor y dejarme ahora aquí, sola, sin saber qué hacer, esperándote, esperando oír el sonido de tu moto, en este loco día de Enero.
Parece que las cosas fueron a mejor, sí, pero nunca nada está del todo bien. No creo en Dios, creo en ti.
Lagrimones salados corriendo por mis mejillas, con el reloj marcando las horas durante la madrugada. Me falta la respiración, me faltas tú. Hoy mi cama está más vacía que nunca. Me agarro a las sábanas y me aguanto las ganas, susurrando una y otra vez: Si has de hacerlo, que sea sutil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario